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Al final de la península de Nicoya, más allá de Cabo Blanco y del último camino, está el refugio de los desterrados, el potrero inhóspito sin fin, la playa de basalto donde no sabemos si vamos o si volvemos. La playa de Malpaís, el Paraíso.
Un mal nombre para un lugar tan bello. Una contradicción. Quizá tan contradictorio como el nombre de la propia Costa Rica, que durante siglos fue el rincón más pobre del continente.
Malpaís es el lugar de donde venimos, las tierras secas del noroeste, el mar que estalla, los caminos polvorientos. De allá viene nuestra manera de hablar y hacer estas canciones. Y Malpaís es nuestra idea de la música: el lugar de encuentro más allá de los caminos.
Integrado por seis músicos de gran trayectoria en círculos tan diversos como el de la nueva canción, el jazz, el rock y la música clásica, Malpaís se formó en 1999 y dio sus primeros conciertos en el 2001.
Desde la salida de su primer disco, llamado lacónicamente “Uno”, en el año 2002, Malpaís fue recibido como un fenómeno con personalidad propia. Sus canciones sonaban distinto a todo lo que se había hecho antes en Costa Rica (o en otras partes, dirán algunos), y sin embargo el público se identificó con ellas de inmediato.
Los personajes entrañables, salidos de la vida cotidiana, las referencias al ayer mítico de la infancia, entre patios azules y potreros infinitos, los desasosiegos de la vida urbana, el amor y el desamor. El universo de Malpaís, recogido en las canciones de Fidel Gamboa, y en las letras de su hermano Jaime, ya han pasado a formar parte del imaginario colectivo de los “ticos”, más allá de si tienen 15 u 80 años.
La mezcla de ritmos, las influencias variadas, que oscilan entre el folclore centroamericano, los sonidos celtas, la balada rock, el son caribeño y el jazz fusión, le han permitido a Malpaís proponer una novedosa experiencia a quienes los escuchan “en vivo”. La gran ductilidad, la experiencia y destreza técnica de los músicos hace que los conciertos resulten contagiosos incluso para quienes no conocen las letras de las canciones.
Aparte de Fidel Gamboa, quien canta, toca la guitarra, la flauta, compone, arregla y dirige la agrupación, y de su hermano Jaime Gamboa, quien se encarga del bajo, coros y parte de las letras, Malpaís está compuesto por el tecladista Manuel Obregón, que es una de las figuras más destacadas de la escena musical centroamericana, por sus aportes en el campo de la fusión y recuperación de las tradiciones musicales. Iván Rodríguez toca el violín, la mandolina, las flautas celtas y hace coros; Gilberto Jarquín toca la batería y Carlos “Tapao” Vargas (ganador de dos premios Grammy, como parte de la banda de Rubén Blades) suma otra batería y un variado set de percusión. Finalmente, la joven Daniela Rodríguez hace coros, voces de apoyo y algunos solos de voz fundamentales, que forman parte de la “firma” musical de Malpaís.
Actualmente la banda cuenta con tres discos a su haber: “Uno” (2002), “Historias de nadie” (2004) y, más reciente, “Malpaís en vivo” (2006). Todos, incluso el último, han obtenido Disco de Oro por sus ventas en Costa Rica.
Malpaís ha actuado ya en Centroamérica, México y EE. UU., pero su verdadera proyección internacional recién comienza.
Un mal nombre para un lugar tan bello. Una contradicción. Quizá tan contradictorio como el nombre de la propia Costa Rica, que durante siglos fue el rincón más pobre del continente.
Malpaís es el lugar de donde venimos, las tierras secas del noroeste, el mar que estalla, los caminos polvorientos. De allá viene nuestra manera de hablar y hacer estas canciones. Y Malpaís es nuestra idea de la música: el lugar de encuentro más allá de los caminos.
Integrado por seis músicos de gran trayectoria en círculos tan diversos como el de la nueva canción, el jazz, el rock y la música clásica, Malpaís se formó en 1999 y dio sus primeros conciertos en el 2001.
Desde la salida de su primer disco, llamado lacónicamente “Uno”, en el año 2002, Malpaís fue recibido como un fenómeno con personalidad propia. Sus canciones sonaban distinto a todo lo que se había hecho antes en Costa Rica (o en otras partes, dirán algunos), y sin embargo el público se identificó con ellas de inmediato.
Los personajes entrañables, salidos de la vida cotidiana, las referencias al ayer mítico de la infancia, entre patios azules y potreros infinitos, los desasosiegos de la vida urbana, el amor y el desamor. El universo de Malpaís, recogido en las canciones de Fidel Gamboa, y en las letras de su hermano Jaime, ya han pasado a formar parte del imaginario colectivo de los “ticos”, más allá de si tienen 15 u 80 años.
La mezcla de ritmos, las influencias variadas, que oscilan entre el folclore centroamericano, los sonidos celtas, la balada rock, el son caribeño y el jazz fusión, le han permitido a Malpaís proponer una novedosa experiencia a quienes los escuchan “en vivo”. La gran ductilidad, la experiencia y destreza técnica de los músicos hace que los conciertos resulten contagiosos incluso para quienes no conocen las letras de las canciones.
Aparte de Fidel Gamboa, quien canta, toca la guitarra, la flauta, compone, arregla y dirige la agrupación, y de su hermano Jaime Gamboa, quien se encarga del bajo, coros y parte de las letras, Malpaís está compuesto por el tecladista Manuel Obregón, que es una de las figuras más destacadas de la escena musical centroamericana, por sus aportes en el campo de la fusión y recuperación de las tradiciones musicales. Iván Rodríguez toca el violín, la mandolina, las flautas celtas y hace coros; Gilberto Jarquín toca la batería y Carlos “Tapao” Vargas (ganador de dos premios Grammy, como parte de la banda de Rubén Blades) suma otra batería y un variado set de percusión. Finalmente, la joven Daniela Rodríguez hace coros, voces de apoyo y algunos solos de voz fundamentales, que forman parte de la “firma” musical de Malpaís.
Actualmente la banda cuenta con tres discos a su haber: “Uno” (2002), “Historias de nadie” (2004) y, más reciente, “Malpaís en vivo” (2006). Todos, incluso el último, han obtenido Disco de Oro por sus ventas en Costa Rica.
Malpaís ha actuado ya en Centroamérica, México y EE. UU., pero su verdadera proyección internacional recién comienza.
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